07
de julio de 2020
El ambre es el doble de veinte
De mis padres y de mis hijos
De mis suegros y mis cuñados
De mis vecinos del costado
De mis queridos colegas jubilados
De los niños flaquitos de la ladera
De los viejitos declinados de los cerros
De los enfermos sin esperanza de la calle
De los enfermos muy desgastados del hospital
De los pasajeros muy agotados en los aeropuertos
De los pasajeros muy fatigados en los terminales
De las amas desconsoladas de casa
De los conductores anónimos de los taxis
De los huérfanos callados y marginados
De los mercados despoblados y cerrados
De las tiendas sin asistencia de la gente
De los restaurantes vacíos y desesperanzados
De los estudiantes sin las aulas de la clase
De los maestros sin las aulas del colegio
De los padres de familia sin el salario
De las madres y las ollas vacías
De los parques verdes y vacíos
De las calles calladas y vacías
De las bocinas apagas
De las puertas negadas a recibirte
De los amigos y sus manos escondidas
De las manos ajustadas la limpieza difundida
De las bocas enjauladas
De la nariz negada a respirar con libertad
De los ojos negados a mirar la muerte
De las gallinas sin el maíz de los días
De los pasajes perdidos
De las monedas desaparecidas
De los billetes
aferrados a las cajas de los bancos
De la AFP denegada a la misericordia
De la CTS fraccionada
De la mañana fría negada a la vida
De la costa y la sierra
De la selva y sus verdes palmeras
De mi patria y de la tuya
De mi país y del mundo
De los sepulcros abiertos a los montones
De los médicos sensible y honestos
De los políticos sedientos de los votos
De las autoridades negadas a la verdad
De las plataformas digitales
De los delincuentes amarrados a las muertes
De los policías enfermos y muertos
De los médicos enfermos y fallecidos
De las enfermeras enfrentadas a la muerte.
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